martes, 11 de enero de 2011

DÍA DE SAN ANTON

En todos los lugares del mundo las fiestas vienen de antiguo, pero en muchos casos no sabemos el origen de estas tradiciones.

El día 17 de Enero se celebra el día de San Antón (San Antonio Abad). Nació hacia el año 250 en la ciudad de Queman (la actual Quaeman-el-Arous)  cerca de la ciudad de Heracleópolis, en Egipto. Según cuenta la leyenda, abandonó  parte de sus riquezas  y se dedicó a la vida espiritual retirada.

Murió en el año 356, contando con más de cien años de edad. Sus restos fueron trasladados a Alejandría y después a Constantinopla para viajar finalmente a Vienne (Francia). Es típico ver la representación de San Antonio con una cruz en forma de T (Tau) una campanita, un cerdo y a veces un libro.
Durante su retirada en el desierto, sobrevivió a serpientes, escorpiones y todo tipo de animales peligrosos. Se cuenta también que en una ocasión ayudó a una jabalina a curar los ojos de sus jabatillos. Cuando estos pudieron ver se quedaron con él, protegiéndolo de todas las alimañas durante toda la vida.
En la Edad Media existía la costumbre de tener animales sueltos por las calles que eran mantenidos por toda la comunidad (cerdos, cabras, gallinas…), que servían de sustento a gente pobre de la villa y a hospitales. De su cuello llevaban colgada una campanilla para distinguirlos y todo el que podía les proporcionaba alimento. Estos animales fueron puestos bajo la advocación de San Antonio para que los protegiera.
En la mayoría de los pueblos de Andalucía, esta fiesta está muy arraigada.

Las lumbres o chiscos de San Antón. Son muchos los lugares donde se llevan a cabo.
 En ellas podemos reconocer los ancestrales ritos paganos de las hogueras que ahuyentaban los malos espíritus del ganado y de los animales domésticos, evitándoles enfermedades y plagas.
Era costumbre en muchos lugares quemar los restos de las podas que habían quedado después de finalizar las tareas agrícolas del invierno. Se hacían fuegos rituales con el “ramón” de olivo y los enseres viejos que habían quedado inservibles para la faena.

Las hogueras se encendían al atardecer y en torno a ella se congregaban los vecinos formando corros en los que se bailaba y se entonaban cancioncillas en tono burlesco y no exentas de ciertas picardías eróticas.

En algunos pueblos de Andalucía,  en los meses de febrero o marzo de cada año, era una costumbre comprar un cochinillo pequeño, que tras ponerle en el cuello una cinta de color con  una campanilla, le soltaba en la calle a que se buscara su alimentación diaria por su cuenta. No tenía que trabajar mucho para ganarse la comida, pues se ponía a caminar por las calles del pueblo y  al ruido de la campanilla, cualquier vecino (las mujeres en su mayoría), enseguida le sacaban a la calle el sustento, que consistía  en  un puñado de granos de cebada, guisantes,  etc.,  había quien le amasaba harina de cebada molida y salvado. De esta forma estaba alimentado en demasía. Los alimentos anotados anteriormente, es que no faltaban casi en ninguna casa, porque en ellas se engordaban cerdos.

Según cuenta la Abuela María,  a principio del siglo XX, esta tradición se llevaba a cabo en nuestro pueblo. Su tía Araceli les contaba cuando eran pequeñas que el cura del pueblo disponía  de una cantidad de dinero donada por  los habitantes que era destinado a las “animas”  -personas necesitadas- . Con parte de ese dinero, se compraba un marranillo que durante todo el año estaba suelto por el pueblo.  En todas las casas le guardaban  las sobras de las comidas que se las daban a su paso por las calle. Al final era rifado y el dinero recaudado  se destinaba a ayudar a las familias más pobres. Esta tradición parece ser que se perdió en los años de la guerra.

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